TROVADORES Y POETAS JÓVENES DE RECORRIDO POR CUBA: ESPÍRITU Y MILAGROS

Edel Morales La Habana
Al final, sobre la Plaza de Armas, alrededor de la estatua de Céspedes, quedó sellada la hermandad, tejida alrededor de La Estrella y la convicción de que nada podrá impedir su continuidad, la fuerza de esa luz de la creación, del verso, escrito o cantado, que ilumina y mata.
Estábamos en el Mirador de Malones, la tarde del 6 de octubre, mientras caía el sol sobre la amplia bahía de Guantánamo. Liudmila Quincoses insistía en la necesidad de una foto de grupo que dejara memoria gráfica del suceso, con ella al centro, y Ariel Barreiros me dijo: Dame un kilo de audio nada más y armo un concierto aquí que los va a dejar locos a todos. Éramos una treintena de poetas y trovadores jóvenes (en todos los casos creadores situados entre lo más representativo de la vanguardia artística joven del país) encaramados en aquella loma a la caída del sol, con la Base Naval a nuestros pies, y la expectativa, el dolor y la rabia de seguir a simple vista las luces de los autos que transitaban frente a nosotros por el pedazo de suelo nacional ocupado por Estados Unidos, el campamento de prisioneros talibanes hacia el este y, mucho más cerca, las líneas de demarcación, el territorio minado, las postas cubanas y norteamericanas.
Habíamos llegado al Mirador en el último minuto posible, después de visitar la unidad del Batallón de la Frontera destacada en la zona este de la Bahía, y leer versos, cantar, confraternizar con los combatientes -hombres y mujeres-, muy jóvenes, casi adolescentes, jóvenes también sus oficiales, gente despierta, evidentemente capaz, preparada, alegre, resistente. Era el segundo día de un recorrido de quince que había comenzado en Santiago de Cuba y nos llevaría a todas las provincias del país, trabajando sin descanso, hasta culminar el 20 de octubre en la Ciudad de La Habana, en una gira de homenaje al Bicentenario de José María Heredia, poeta fundador del alma nacional, organizada por la Asociación Hermanos Saíz y el Instituto Cubano del Libro.
Teresa Melo, Eduardo Sosa y Carlos Augusto Alfonso, espíritu y milagros del grupo, coincidirían varias jornadas después -luego de visitar el Mausoleo del Che, ya en Santa Clara- en destacar el desprendimiento y la unidad de los integrantes de la gira como lo más trascendente de esos días, en los cuales se realizaron 62 actividades con una presencia aproximada de 10 000 personas, en universidades, escuelas vocacionales, de trabajadores sociales, de instructores de arte y otros centros de estudio, fábricas, hospitales, tabaquerías, unidades militares, comunidades, prisiones públicos diversos que se involucraron en la propuesta de un arte de vanguardia, sin concesiones, y participaron activamente en ella.
Los conciertos centrales de poetas y trovadores se realizaron siempre con gran profesionalidad, alto rigor artístico y buena asistencia de público (siempre más de 100 y hasta 700 personas) en parques y teatros (Terry, en Cienfuegos, Sala Dolores, en Santiago), plazas coloniales como la San Juan de Dios de Camagüey, espacios institucionales altamente simbólicos para la patria y la poesía como la Sala Caturla en Santa Clara o el Centro Hermanos Loynaz en Pinar del Río y sitios hermosísimos como el Bosque de los Héroes en Holguín. Muy importante fue el intercambio con artistas jóvenes de cada territorio visitado, que amplió el alcance y significado de esta gira al interior del movimiento artístico.
Por su impacto entre los artistas, tuvo especial relieve la visita a lugares de significación histórica, cultural y política muy importantes para el país como el Mausoleo de Martí, la Brigada de la Frontera, la Plaza de la Patria, Birán, la Casa Natal de Ignacio Agramonte, la Trocha de Júcaro a Morón, el Mausoleo del Che, y de lugares relacionados con Heredia como la Casa Natal, la Audiencia de Camagüey o el panteón familiar en Matanzas.
Al final, sobre la Plaza de Armas, alrededor de la estatua de Céspedes, quedó sellada la hermandad, tejida alrededor de La Estrella y la convicción de que nada podrá impedir su continuidad, la fuerza de esa luz de la creación, del verso, escrito o cantado, que ilumina y mata.
(Ver algunos testimonios de los artistas)
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